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Ana es mi hija mayor, desde pequeñita siempre ha sido una niña súper curiosa, le encanta formular preguntas. Su primer pregunta fue, «¿qué es eso?» y de ahí le siguieron preguntas como «¿quién lo hizo?», «¿cómo funciona?». Entre otras decenas de preguntas.

Desde que aprendió a escribir se da vuelo buscando en internet y no se conforma con una sola respuesta, siempre me dice «mamá, lo mejor es buscar en tres sitios y ver qué tan confiables son». Al final de indagar e investigar siempre viene a mi y me pregunta «¿crees que se puede hacer de otra forma?», y me comparte su opinión.

A los 5 años desbarató un juguete tan solo porque quería saber cómo se movían los monitos de afuera desde adentro. Hace unas semanas me escuchó hablar y decir «¡Y ahora ¿qué hago?!, los candidatos tardan hasta el triple de días en realizar evaluaciones que en el 2021». Ana se acerca me hace diversas preguntas para concluir diciéndome «hazlo diferente, mamá. ¿Te parece si en lugar de mandar a hacer los exámenes primero le preguntas a tus clientes si les gusta tu candidato y si les gusta, entonces le pides que hagan examen?, pero lo importante es que les digas que el cliente está interesado en ellos». Así que platiqué la idea de Ana a mi equipo e hicimos adecuaciones a nuestro proceso y al parecer las cosas están fluyendo con mayor agilidad.

El dar puerta abierta a la curiosidad nos ayuda a resolver problemas. Toda empresa busca personas que resuelvan pese a las circunstancias. Buscamos soluciones, así que nos contratan para resolver, una persona curiosa siempre está activa, con energía, son personas que aprecian las nuevas formas de hacer las cosas, generan ideas con mente abierta y tienen la habilidad de ver y cambiar de perspectiva.

«Explora y aprenderás» – Ana 11 años

¡Sonríe!